No obstante lo que el adepto debe interiorizar desde su primigenio interés en el ocultismo es que, al igual que no existe un solo Sol en el Universo ni una Luna, no existe una sola vía hacia el Conocimiento dentro del esoterismo, por lo que deberá desprenderse de todo cuanto le ha sido asignado y mostrado desde su más tierna infancia, al tiempo que lo sostendrá en algún momento cuando le sea oportuno y necesario en algún ritual ceremonial muy concreto.
Lo primero a lo que deberá hacer frente el adepto es al denominado abismo espiritual, que algunos otros como el Gran Maestro Robert Anton Wislow denominaron “Peligrosa Capilla”. Se trata de un lugar que seguramente el adepto ya ha escuchado en determinados entornos esotéricos y ocultistas, pero que apenas se pronuncia de pasada sin profundizar jamás en él. Esto sucede por una compleja al tiempo que sencilla razón: Aquel adepto que desee profundizar en el Conocimiento debe atravesar por sí mismo el Abismo que separa lo exotérico – el estado emocional y psíquico previo al espiritualismo – de lo esotérico – el nuevo Renacer donde el adepto pasará a convertirse en un iniciado – sin quedarse por ello atrapado dentro de la Peligrosa Capilla, como si entrara en una habitación a oscuras y no supiera encontrar la puerta de salida al otro lado, ni ningún interruptor para iluminar la habitación.
Llegados a este punto es posible que el adepto se cuestione si existe alguna vía espiritual, alguna especie de mapa con el que sea más sencillo recorrer la Peligrosa Capilla. Es preciso volver a referirnos a lo que se citó más arriba, ninguna vía es más rápida o efectiva que otras y prácticamente todas – bien aplicadas y utilizadas con serenidad – conducen a la senda del Conocimiento. Sencillamente aquí es útil volver a ser prácticos como cuando se es niño y elegir aquella vía con la que nos sintamos más cómodos.
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